miércoles, enero 31, 2007

RECORDEMOS A VIRGILIO PIÑERA

Recordemos a Virgilio

Por Miguel Iturria Savón
LA HABANA, Cuba - Enero (www.cubanet.org) - Un estudioso de nuestras letras me pidió desde Galicia unos libros de Virgilio Piñera (Cárdenas, 1912; La Habana, 1979). Sólo pude enviarle los Cuentos completos, editado por Letras Cubanas en 2004 sobre una antología similar (Ediciones Ateneo, 2002). El volumen posee un prólogo excelente de Antón Arrufat, discípulo y albacea de la obra de Piñera.

Virgilio Piñera vivió y creó casi toda su obra literaria en la marginación y el ostracismo. Tal vez por ello fue un autor obsesionado por el tiempo. Fechaba sus relatos en el momento exacto en que los terminaba. El tiempo y el espacio insular marcaron su vida y parecen deslizarse como personajes en algunos de sus dramas y relatos.

En la década de los años cuarenta se afilió a la revista Orígenes, pero rompió sus vínculos con José Lezama Lima y marchó a Buenos Aires, donde permaneció más de diez años en conato de silencio con los escritores de Sur. Desde la capital de Argentina laboró con esmero para la revista Ciclón. Regresó a la isla a fines de 1958. Meses después Guillermo Cabrera Infante lo incorporó a la nómina del semanario cultural Lunes de Revolución, que promovió sus cuentos, poemas y reseñas críticas. Al cierre de Lunes de Revolución pasó a la Editora Nacional como traductor de francés. En ese período de luz logró estrenar sus excepcionales piezas teatrales.

Pero el tono humorístico de sus obras y el clima de aprensión y temores contra los homosexules llevó a Virgilio a la marginalidad desde 1965 hasta su muerte. Asumió con dignidad el ambiente homofóbico y normativo que reinaba en las instituciones revolucionarias encargadas de poner la cultura en función del poder.

"Tuvo la presencia del ausente obligado", dijo Arrufat al evocar al maestro en esos "tiempos de grisura y atonía" para la cultura cubana.

Los contemporáneos de Virgilio lo recuerdan como un portento de la literatura cubana. Era ágil y delgado, de ojos claros y espejuelos de miope. Llevaba siempre un paraguas colgado del brazo. Lo describen como agresivo y difícil, temeroso y provocador, pobre y excéntrico. Señalan que vivió al margen de los centros de poder y que rompía con los círculos intelectuales sin reparar en amigos ni en proyectos comunes.

Aunque Piñera fue realmente un personaje mítico que integró la categoría social del marginado, sus dramas y relatos revelan el nexo íntimo entre su vida, su pensamiento y su peculiar manera de escribir.

Los aspectos externos que poblaron su travesía existencial incidieron en su obra literaria, pero no sobrepasan la zona oscura de su personalidad. Los seres fantasmales de su universo creativo tienen mucho que ver con la precariedad de su vida, siempre al borde de la incertidumbre.

El autor de Cuentos fríos (1956) escribió más de cien relatos, varias novelas, poemas y una decena de obras teatrales que renovaron la escena cubana del siglo XX. Fue un maestro del absurdo. Usó la paradoja como punto de partida. Satirizó las aberraciones humanas mediante hechos, lugares y personajes inverosímiles.

En uno de sus cuentos más paródicos señaló: "La seriedad de un payaso es su propia payasería, con ella realiza todos los actos de su existencia, y si alguien, en un estado de payasos, tiene la temeridad de destacarse, fatalmente deberá pagar las consecuencias de su temeridad".

Solo después de su muerte comenzó la lenta y temerosa rehabilitación de este escritor. Sus piezas dramáticas retornaron a los teatros. Las editoriales volvieron la mirada sobre sus cuentos y novelas. Los críticos recibieron luz verde para juzgar su poética. La noche de la censura había pasado. La cultura nacional recibía en su seno a un autor polémico y proteico que describió con inalterable tranquilidad las historias más insólitas sin paliativos espirituales.

Los críticos presentan aún la imagen de Piñera como el gran antagonista de Lezama Lima, pues Piñera anteponía los hechos a las palabras, el cuerpo al alma. No es un barroco. Repudiaba la solemnidad, la seriedad y los gestos grandilocuentes. Su escritura (sencilla y opaca) no exalta los paradigmas históricos ni locales. Sus personajes -sin perfiles físicos ni sociológicos- habitan un entorno de penuria. Es pues, un renovador que empleó procedimientos marginales y aún influye en narradores y dramaturgos.

1 Comments:

At 11:31 p. m., Anonymous Yuri said...

La verdad es que la primera piedra de Lezama colocaba en Virgilio era aquel tratamento barroco y casi antinatural que El Gordo tenía en relación a su homosexualidad. Para una figura como Virgilio aquello prendaba una cobardía que el Flaco había ya aprendido a vomitar en Buenos Aires. No hay un Gongorismo-Quevedismo como se quiere ver hasta porque Virgilio fué un grande escritor; ya Lezama fué un artista.

 

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