viernes, mayo 30, 2008

NEFASTO Y EL PERIODISMO REVOLUCIONARIO

Nefasto y el periodismo revolucionario

Por Víctor Manuel Domínguez. Sindical Press

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - El periodismo revolucionario goza de perfecta salud. Aún con autismo ideológico, amnesia senil, y ladridos de perro de Pavlov, sigue vital en su batalla de ideas.

Basta leer las diversas opiniones que saltan como ranas en medio de las asambleas ramales previas al Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), para darse cuenta de que anda en pecado de omisión, resuelto a ser más pillo que la vida, pero fiel a la causa revolucionaria.

De acuerdo a lo expresado por el periodista Hugo Rius en la sala Universal de Fuerzas Armadas Revolucionarias: “Tenemos que tocar el país real que está lleno de sueños y tensiones”.

Pero si nos atenemos a su pintoresca opinión de que “Los medios cubanos podrían perder credibilidad si ofrecemos informaciones incompletas”, nos percatamos de que nos quieren dar gato por liebre.

Porque de hablar en serio, ¿cómo es posible que pierda credibilidad un medio informativo que nunca la ha tenido?

¿De qué forma ofrecer informaciones completas si cualquier pelagatos que posa de dirigente, sin tener las prerrogativas, se ha tomado el derecho de decirle a un periodista lo que debe publicar?

Aunque la más impactante de sus expresiones, las que demuestran que se desbordó el Rius, son las que dicen: “No se pueden verter opiniones sin argumentos (revolucionarios), ni desatar falsas expectativas o dejar los planteamientos críticos sin desenlace”

¡Ahí si le cayó comején al piano y tinta antipática al cadáver informativo del periódico Juventud Rebelde!

En esas opiniones con argumentos se ocultan los desmadres económicos del país, erigidos sobre columnas apologéticas, cubiertos con paños tibios y enterrados en letras muertas.

Todo el que en Cuba haya leído un diario puede dar fe de que son mayoría las pifias que los grandes fildeos.

Jamás los sobre cumplimientos de los planes de papas han llenado de cáscaras la mesa de un trabajador, ni los miles de edificios levantados por heroicos constructores fantasmas han descongestionado los solares del país. Mucho menos lograr que después de innombrables promesas, denuncias, leyes, resoluciones y otros perendengues publicados con carácter revolucionario, alguien busque un diario como medio de información.

Si tuviéramos tiempo y deseo de interiorizar lo que dejó entrever en esa sala de las FAR Rolando Alfonso Borges (jefe del Departamento Ideológico del Comité Central del Partido), cuando expresó: “La compleja realidad nacional demanda hacer un periodismo analítico y profundo, con calidad de combate contra las insuficiencias y el triunfalismo, pero sin sembrar el desaliento”, ni para botar desechos compraríamos el periódico.

Porque oiga, pasarse cincuenta años más leyendo que habrá guaguas, pero nunca suficientes; no fallará el petróleo, aunque debe seguirse la estrategia del apagón para confundir al imperio, continuará el aumento de los salarios, pero sin discriminar el de los precios, o serás libre de expresar lo que te de la gana, siempre que sea dentro de la bañadera, es un castigo de lesa periodicidad.

Y aún más espeluznante la camisa de fuerza informativa que establece “el saber delimitar lo que pueda hacer daño al país y desterrar para siempre el viejo vicio de las generalizaciones”.

En buen cubano, esto significa que no pueden escribir: Cuba se ha convertido en una olla de grillos. Las buenas costumbres se fueron en busca de la economía que abandonó el país. Juanita roba porque le da la gana y no porque vio a su padre robar, y a su abuelo robar, “pues ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón”, y aún más cuando el salario no alcanza para vivir.

Además, debe escribirse con pelos y señales el nombre del infractor de la ley. Eso sí, siempre que no dañe el prestigio del país (léase de la revolución) al explotar un nombre o una institución de los nobles caciques de la tribu.

Así podrán escribir sin perder el sueño; al menos, dentro de un calabozo, o como repartidores de tiques en una Terminal.