jueves, febrero 23, 2012

Rev. Martín N. Añorga: LA TREMENDA CORTE

Tomado de http://www.lanuevanacion.com/




LA TREMENDA CORTE


Por el Rev. Martín N. Añorga



El dramaturgo y poeta francés Alred de Musset escribió en una de sus obras unas palabras que siempre me fueron de ayuda: “un recuerdo feliz, quizás es en este mundo más verdadero que la felicidad”. Siento que esta aseveración es cierta cuando todas las tardes, a la 1:30 PM escucho “La Tremenda Corte” por las ondas amigas de radio Mambí.

La comicidad decente en la que la agilidad mental prevalece y los chistes son limpios, apropiados para todas las edades, prácticamente ha desaparecido de los escenarios. Programas como “¿Qué Pasa, U.S.A.?” en los que intervenían Velia Martínez, Ana Margarita Casado, Manolo Villaverde, Luis Oquendo, Ana Margo y otras figuras estelares han entretenido a millones de personas sin faltarle jamás el respeto al público.

Durante los años 1951 al 1957 se televisaron 194 episodios de una de las series más famosas de la historia televisiva de los Estados Unidos, “I Love Lucy”. ¿Quién no recuerda a Lucille Ball, Desi Arnaz, Vivian Vance y William Frawley en los enredos familiares más ocurrentes, cómicos y originales? Yo he visto estos programas una y otra vez en compañía de mis hijos y todos hemos reído sin que nos haya provocado la risa ninguna transgresión de la moral.

Volviendo a “La Tremenda Corte”, hay que afirmar que ha sido el programa cómico más oído en español en todo el mundo. Los libretos fueron escritos por Cástor Vispo, un español de La Coruña que llegó a Cuba en los días de su adolescencia y se adueñó rápidamente de la idiosincrasia criolla. Los actores principales fueron Leopoldo Fernández, Aníbal de Mar, ‘Mimí” Cal, Adolfo Otero, Miguel Angel Herrera y ocasionalmente, Julito Díaz. Es curioso el hecho de que con la excepción de Adolfo Otero y Julito Díaz, todos los demás han muerto en el exilio, en esta querida ciudad de Miami.

Uno de mis grandes privilegios en estos ya largos años de exilio ha sido el de conocer a personajes que en Cuba, debido a la distancia y a las circunstancias, me hubiera sido imposible conocer, En este sencillo artículo quiero recordar algunos incidentes relacionados con los inmortales actores de La Tremenda Corte. Conocí personalmente a Leopoldo Fernández en los pasillos de la antigua WQBA. Una tarde le hablé de mi padre, que había llegado por la fatigosa ruta del Mariel, y que era un simpatizador casi fanático de La Tremenda Corte. Se sabía de memoria casi todos los libretos, pero los disfrutaba como si fueran nuevos.

En cierta ocasión me dijo que había visto a “Pototo”, como lo conocían en muchos lugares de la Isla, en Luyanó, conversando con un amigo; pero se quedó sin el gusto de conocerlo. Sin hacerle promesa alguna, pues no estaba seguro de las posibilidades, le hice la historia a Leopoldo Fernández, quien en el acto me dijo: “vete mañana alrededor de la 1:00 PM al restaurante que está en la calle ocho y la octava avenida –creo que se llamaba “Las Maravillas”,- y allí nos reunimos para almorzar”.

No le dije nada a mi “viejo”, sino que lo llevé directamente al restaurante. A los pocos minutos, después de haber saludado a sus amigos y admiradores, se nos acercó Leopoldo Fernández, le presenté a mi padre, se dieron tremendo abrazo y pasamos más de una hora en una interesante e inolvidable conversación. Ya mi papá era un anciano –falleció a los 93 años de edad- y no dejaba de repetirle casi hasta la hora de su muerte a todos los que estuvieran dispuestos a oírle, que era “amigo personal de Trespatines”. No sé cuántas veces le di las gracias a Leopoldo por ese gesto noble y amoroso que tuvo para con mi padre. Una tarde fui con el viejo al teatro Martí y después de la función, “Pototo” se le acercó reconociéndole y propinándole otro abrazo.

Leopoldo Fernández nació en el pueblo matancero de Jagüey Grande el 26 de diciembre del año 1904, y murió en Miami el 11 de noviembre del año 1985, y yo me permito el privilegio de honrar su Memoria con estas palabras de recordación. Trespatines era un actor genial y en los escenarios y por medio de la radio y la televisión hacía felices a todos los espectadores; pero al mismo tiempo era un hombre humilde y sencillo. Murió sin las riquezas materiales de que pudo haber hecho gala; pero nos dejó una estela de simpatía, cariño y admiración que valen por muchos pasajeros tesoros. A “Mimí” Cal la visité un par de veces en el asilo para ancianos en el que estaba recluida en la ciudad de Hialeah, resignada y enferma, ajena a los vaivenes de este mundo, pero con un dulce sentimiento de paz reflejado en su rostro.

Aníbal de Mar era cuatro años más joven que Leopoldo Fernández –nació en Yateras, Guantánamo-, el 26 de octubre del 1908; pero murió el 22 de febrero del año 1980, cinco años antes de su socio de aventuras artísticas. Tuve oportunidad de conocerlo de cerca, especialmente cuando estuvo recluido en el hospital Mercy, donde lo visitaba a menudo. Se sentía justificadamente deprimido por las circunstancias en que desenvolvió los años finales de su vida artística. Una tarde me pidió una Biblia. Cuando se la llevé me preguntó qué debía leer primero y le ofrecí una guía de lectura. Murió hace treinta y un años; pero todavía escuchamos su voz en los programas diarios de La Tremenda Corte. Era, al igual que Leopoldo, un hombre sencillo y generoso, más conversador que su compañero pero también desposeído de fortuna.

Cuando escuchamos los episodios de La Tremenda Corte todavía nos emocionamos al oír las voces de hombres que nacieron hace más de cien años y que todavía nos hacen reír con una risa que flota sobre una nube de nostalgias. Del no menos famoso Adolfo Otero, el español de los libretos, siempre acosado por la simpática astucia de un cubano pícaro, hemos oído decir que murió en la funeraria de un ataque cardiaco frente al féretro del que había sido su amigo y compañero de toda la vida, Julito Díaz. Y es que los artistas, a los que a veces creemos por encima del nivel de nuestras emociones, son también seres humanos con sensibilidad, lealtad y moral.

Alguien me dijo que programas como La Tremenda Corte son para las generaciones pasadas y mi reacción es la de afirmar que es todo lo contrario. Se trata de programas con valores permanentes, de tal manera que todavía se disfrutan en países como México, República Dominicana, Puerto Rico, y otros. Recuerdo la tarde que en un taxi en Nueva York el chofer estaba escuchando La Tremenda Corte. Cuando le pregunté si era cubano, me contestó con sabor caribeño: “¡casi soy cubano porque soy dominicano!”.

A muchas personas mayores que están en sus estrechos apartamentos acompañadas por la soledad, les he recomendado como remedio para el tedio que oigan puntualmente La Tremenda Corte. A algunas les he enseñado a sintonizar el programa, marcando el número 710 en el dial de la radio, y no es exagerado que les diga que, en efecto, los enredos de Trespatines, las explicaciones de Rudesindo Caldeiro, las quejas de Nananina y el “control” del tremendo juez, les han hecho pasar momentos tan agradables que se han olvidado de la soledad y la depresión.

Yo, desde lo profundo de mi corazón, le doy gracias a Dios por habernos regalado los talentos de los personajes de La Tremenda Corte, y a radio Mambí por mantener vigente la famosa serie que no enmohece con el tiempo, y por no permitir que los actores que la realizaban hayan muerto, porque nos quedan vivos en sus voces.

Lo único que lamentamos es que la técnica de hacer reír hoy día se base en la grosería, la vulgaridad, el exhibicionismo sexual y en la falta de respeto para un público decente y con valores. No nos queda otra alternativa que repetir la vieja frase en las Coplas de Jorge Enrique, escritas en el año 1470 por la muerte de su padre” “cualquier tiempo pasado fue mejor”.

************
ALGUNOS COMENTARIOS DEJADOS

Anónimo ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Rev. Martín N. Añorga: LA TREMENDA CORTE":

Aquí en Madrid también se oye La Tremenda Corte. Por una emisora de latinoamericanos. Increíble. Gracias a Añorga por este trabajo. Saludos, Pedro Pablo. Un abrazo hermano. Nicolás

7 Comments:

At 12:58 a. m., Anonymous Anónimo said...

Aquí en Madrid también se oye La Tremenda Corte. Por una emisora de latinoamericanos. Increíble. Gracias a Añorga por este trabajo. Saludos, Pedro Pablo. Un abrazo hermano. Nicolás

 
At 12:23 a. m., Anonymous Anónimo said...

no si te llegue este comentario, pero asi como usted, yo tambien tube la fortuna de conocerlo y de trabajar con el en programas de tv, aunque en ese entonces (1998), yo estaba muy joven (18 anios), y lo hice solo de extra en varios programas, era tanta mi felicidad y gusto de hacerlo que no cobre nu un solo centavo, mi pago fue estar cerca y platicar con el y reir con sus ocurrencias...saludos desde monterrey, mexico.

 
At 7:29 a. m., Anonymous Anónimo said...

Para mi tres patines ha sido el comediante mas grande de habla hispana, hacer reir a la gente que solo te escucha no es una tarea facil y mucho menos cuando se hace con un humor blanco. Cabe resaltar que estaba rodeado de grandes artistas que aunque no gozan del mismo reconocimiento y fama son igual de grandes. Anibal de Mar, Adolfo Otero, Mimi Cal y Miguel Angel Herrera es sin duda el mejor equipo de comediantes que yo haya podido escuchar. Sergio Ruiz.

 
At 3:27 a. m., Anonymous Victor Hugo said...

Fue un grupo de ARTISTAS extraordinario, jamas tendremos algo parecido a ellos, los recordaremos toda la vida

 
At 6:16 a. m., Anonymous Anónimo said...

AQUÍ EN JALISCO, MEXICO SE ESCUCHA AÚN POR LA 12.50 AM Y TENGO LA FORTUNA DE QUE LOS DOMINGOS PRACTICAMENTE ES DE 11 DE LA MAÑANA HASTA LAS 8 DE LA NOCHE. UNA MARAVILLA. ATTE. GONZALO

 
At 7:49 p. m., Blogger Marcos Gil said...

Soy fans obsesivo de la tremenda corte.. quisiera más detalles del fallecimiento de ambos. En especial si al orden de los fallecimientos (nananina,el juez)los demás asistieron a los velorios.
Si hay alguna nota periodística,o en qué cementerio están.
Gracias

 
At 7:50 p. m., Blogger Marcos Gil said...

Los mejores

 

Publicar un comentario

<< Home