martes, noviembre 29, 2016

Andrés Oppenheimer: Fidel Castro fue todo menos un valiente. Castro era un cobarde que nunca se atrevió a permitir que su gente ejerciera sus derechos básicos, y que condenó su isla a la miseria.


Nota del Bloguista de Baracutey Cybano 


 Fidel Castro en descanso durante uno de los dos combates de  Pino del Agua

A lo planteado por Andrés Oppenheimer en su artículo se puede añadir lo siguiente:
Los tiranos  Castro   cuando la ¨candela¨ le  ha estado llegando cerca   tienen  su historia de huidas; veamos: lo hicieron cuando el ataque al Cuartel Moncada y en  el ¨combate¨ de Alegría de Pío y posteriormente se rindieron sin combatir; Raúl  en San Luis, Oriente, y Fidel o cerca de la Gran Piedra pues no estaba dormido según explicó el ya también fallecido Mario Chanes de Armas. Fidel Castro  huyó  cuando le disparó, junto a otro pandillero, a  Rolando Masferrer  cuando este caminaba cerca de la esquina de 12 y 23 en El Vedado en julio de 1947, según narra Roberto Luque Escalona en su libro Rolando Masferrer en el país de los mitos,  y  Masferrer reaccionó valientemente persiguiéndolo. Fidel, según cuentan,  no respondió al galletazo de Eufemio Fernández en Cayo Confites. Fidel no reaccionó a los empujones del oficial Lutgardo Matín Pérez cuando lo sacó violentamente del bufette de abogado de la calle  Tejadillo donde trabajaba,  según cuenta Roberto Martín Pérez en su libro que tiene por título el número de preso que tuvo durante años de los 28 años de prisión que cumplió en las cárceles Castristas..  Fidel  se escondió  cuando su entonces cuñado Rafael  Díaz-Balart  le avisó que Rafael Salas Cañizares estaba dentro de los triunfadores del golpe ¨manu militari¨ del 10 de marzo de 1952 y se refugió, como hizo anteriormente cuando la huida ante Masferrer,  en casa de su (media) hermana Lidia, en El Vedado.
 Rafael Díaz Balart lo narra así:
¨... el 10 de marzo de 1952, en horas de la madrugada me personé en la casa en que vivían Castro y mi hermana, junto a mis hermanos Frank y Waldo, Raul Castro y mi abuela paterna. Desperté a Fidel y le di la noticia. Su reacción fue de resignación y algo de disgusto por no haber captado esa posibilidad en la entrevista que junto a mí tuvo con Batista, en la que, como ya he relatado, intentó convencer al ex-presidente de que promoviera un Golpe de Estado. Pero seguidamente le dije que no era eso lo más importante para él, sino que había sido nombrado jefe de la policía el teniente Rafael Salas Cañizares, y que aunque Batista había dado órdenes estrictas de que no se produjera represión alguna, yo creía que él, Castro, debía saberlo. El hombre palideció  y me pidió que lo llevara para la casa  de una hermana suya, Lidia, con el fin de esconderse por un tiempo hasta que la situación se clarificara. Así lo hice, acompañado del hermano de mi mujer, Juan Caballero Brunet, y de Eduardo Borrel Navarro.¨ (Rafael Díaz-Balart, Cuba: Intrahistoria. Una lucha sin tregua, página 52)
Rafael Díaz Balart, que es el que introduce a Fidel en el gansterismo político al entrar en la Universidad de La Habana. dice en su libro sobre intrahistoria que Fidel sólo  atacaba, como miembro de la banda  cuando estaba en superioridad;  su banda era la UIR (hanía intentado primeramente entrar en una banda rival pero no fue aceptado)  que dirigia Emilio Tró, un veterano de guerra del ejército norteamericano cuando la II Guerra Mundial. Posteriormente Rafael Díaz Balart se alejo de las pandillas políticas y Fidel Castro siguió en ella. El grado máximo en esas banda era el grado de Comandante ¿ les dice algo ese detalle?

Fidel Castro corrió  y no trató de organizar la tropa cuando fueron sorprendidos en el cañaveral de Alegría de Pío; Raúl reaccionó de igual manera. Juan Almeida reaccionó valientemente diciendo: ¨Aquí no se rinde nadie, cojon..¨ ; Almeida, al igual que Efigenio Amejeiras, eran del ambiente marginal en La Habana.

Raúl  Castro tiene otra historia de huida  en el ataque a La Maya cuando le dijeron  que se acercaba una tropa de refuerzo del Ejército  y le dijo a su chofer ¨Maro¨ que  arrancara  el jeep  y huyó dejando a su tropa abandonada.  En el II Frente Oriental Frank País habían valientes como Lussón, Belarmino Castilla ¨Anibal¨, ¨Furry¨, etc. pero ni Raúl Castro ni los Casas Regueiros olian la polvora en los combates.
Huber Matos en la  entrevista donde se  habla de la huida del pueblo de La Maya dice:
¨En cuanto al temor de Raúl, eso era conocido. Raúl tenía fama de cobarde entre todos sus oficiales.  Raúl nunca iba a un combate. Una vez cuando le dijeron que venía el Ejercito le dijo a su chofer (Maro): “Óye, vámonos de aquí, arriba, vámonos”.  Maro contaba que como a la hora de huir de la Maya, le dijo a Raúl: “¿Qué hacemos? Aquí no van a llegar los guardias”.¨
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Fidel Castro fue todo menos un valiente

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Castro era un cobarde que nunca se atrevió a permitir que su gente ejerciera sus derechos básicos, y que condenó su isla a la miseria.
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Por Andrés Oppenheimer
Noviembre 28 de 2016.

No es elegante criticar a alguien que acaba de morir, pero viendo los mensajes de jefes de Estado de todo el mundo exaltando la supuesta valentía del recién fallecido gobernante cubano Fidel Castro, hay que decir la verdad: Castro fue todo menos un valiente. Por el contrario, fue un cobarde.

En primer lugar, fue un cobarde porque no permitió una elección libre en 57 años, desde que asumió el poder en 1959. Solo alguien que tiene miedo de perder no se anima a medirse con otros en elecciones libres.

Segundo, Castro fue un cobarde porque nunca permitió un solo periódico independiente, o estación de radio o televisión no gubernamentales. Sus críticos ni siquiera tenían acceso a los canales oficiales. Era como si no existieran. Castro daba la enorme mayoría de sus entrevistas a periodistas, modelos o figuras deportivas que le rendían pleitesía. Y las pocas entrevistas que dio a los periodistas serios fueron monólogos, en los que él hablaba todo el tiempo.

Recuerdo que a finales de la década de 1980, cuando le pedí al premio nobel colombiano, Gabriel García Márquez, que intercediera por mí para pedirle una entrevista con Castro, se rió y me dijo: “¿para qué quieres una entrevista con Fidel? Él nunca dice algo en una entrevista que no haya dicho en uno de sus discursos de cinco horas”.

El temor de Castro de perder su imagen omnipresente de máximo líder era tal que había prohibido a los medios hablar sobre su vida privada. Tenía que ser retratado como un semidios que había sacrificado su vida para el bien público. Durante décadas, el nombre de su esposa y sus hijos fueron un secreto de Estado.

 (Raúl Castro, Fidel Castro y Universo Sánchez en la cima del Pico Turquino durante la lucha contra el régimen de Batista. Universo Sánchez era el guardaespalda de Fidel en la Sierra Maestra. Cuentan que  en los años 80 ó 90 deñ pasado siglo XX Universo mató con una pistola a un ex oficial del MININT que pertenecía al núcleo zonal de Universo pero que le señalaba en las reuniones que no debía en zonas urbanas criar puercos. Raúl Castro riéndose sólo dijo que Universo estaba loco, Foto y comentario añadido por el bloguista de BC)


En un viaje a Cuba a principios de la década de 1990, un periodista del diario Juventud Rebelde, de la juventud comunista, me dijo que había sido reprendido por su jefe por tratar de publicar una foto de Castro comiendo en una cena. El comandante nunca podría ser mostrado comiendo, me dijo el periodista.

Incluso las circunstancias de la muerte de Castro pueden haber sido un montaje gubernamental: los medios oficiales cubanos dicen que murió el 25 de noviembre, que es el mismo día en que Castro y sus guerrilleros salieron del puerto mexicano de Veracruz en el yate Granma en 1955 para iniciar su insurrección armada en Cuba.

¿Habrán trucado la fecha de su muerte para mostrarla como un viaje heroico hacia el más allá, que coincide con la fecha del inicio de su gesta revolucionaria hace seis décadas?

Tercero, Castro fue un cobarde porque no permitió ningún partido político independiente. Según la Constitución cubana redactada por Castro, solo el Partido Comunista –que él presidió durante décadas– está permitido en la isla.

Castro usó el embargo comercial estadounidense como una excusa para prohibir partidos políticos independientes o libertad de reunión. Incluso, después de que entregó la presidencia a su hermano Raúl, aunque siguió siendo una poderosa figura detrás de bambalinas, el régimen cubano intensificó la represión a los de oposición pacífica, a pesar de la normalización de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, que inició el presidente Obama en 2014. Según la Comisión de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional de Cuba, un grupo no oficial, los arrestos políticos documentados se han disparado de 6.424 en el 2013 a 9.125 en lo que va de este año.

Cuarto, Castro fue un cobarde porque nunca permitió a las instituciones financieras internacionales monitorear o verificar las alegres estadísticas económicas de su gobierno. Castro se jactaba de que Cuba redujo la pobreza y mejoró la salud y la educación, y gran parte de la prensa internacional se lo creyó sin cuestionamientos. Pero a diferencia de la mayoría de los países, Castro nunca permitió que el Banco Mundial u otras instituciones internacionales creíbles realizaran estudios independientes en la isla.
Se jactaba de los avances educativos de Cuba, pero nunca permitió que Cuba participara en las pruebas del Programa de Evaluación Internacional de Estudiantes (Pisa). De hecho, muchos estudios demuestran que otros países como Costa Rica hicieron más progreso social que Cuba, sin pagar el precio de ejecuciones masivas, encarcelamientos y exilios.

Quinto, Castro nunca permitió a organizaciones internacionales de derechos humanos llevar a cabo investigaciones in situ sobre los abusos contra los derechos humanos.
Según el grupo de investigación Cuba Archive (cubaarchive.org), Castro fue responsable de 3.117 casos documentados de ejecuciones y 1.162 casos de ejecuciones extrajudiciales. En cualquier otro país, habría sido declarado un criminal de guerra.

Lo siento, pero no me impresiona para nada la narrativa convencional de que Castro fue un valiente revolucionario que desafió a 10 presidentes de Estados Unidos y sobrevivió a innumerables intentos de asesinato.

Los líderes valientes son aquellos que tienen el valor de competir con otros en elecciones libres. Castro era un cobarde que nunca se atrevió a permitir que su gente ejerciera sus derechos básicos, y que condenó su isla a la miseria.

Su muerte tendría que ser un recordatorio de que no hay tal cosa como un dictador bueno. Ya se trate de un autócrata derechista como Augusto Pinochet, o de un izquierdista como Castro, todos los dictadores son malos y, en el fondo, cobardes.

Andrés Oppenheimer
Periodista - Columnista de The Miami Herald y El Nuevo Herald.
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 WILLY CHIRINO - MEMORANDUM PARA UN TIRANO


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 RESULTADOS NO FINALES. INVESTIGACIÓN EN PROCESO

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                                (Lorenzo Enrique Copello, Bárbaro Leodán García y Jorge Luís Isaac)


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Fusilados y cómplices en abril

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Se fusiló a tres cubanos jóvenes que no cometieron hechos de sangre, y de subir el tope de la ignominia se encargaron 27 intelectuales y funcionarios cubanos que produjeron un documento plañidero
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Por Haroldo Dilla Alfonso
 Santo Domingo
08/04/2013

En este abril de 2013 se cumple una década de uno de los momentos más deprimentes de la historia postrevolucionaria: la llamada primavera negra. Fue un momento en que Fidel Castro, entusiasmado por lo que asumía como una ola revolucionaria en América Latina y la llegada de los primeros lotes de subsidios venezolanos, decidió erradicar todas las muestras de descontento y oposición que se habían ido acumulando en ese camino de-derrota-en-derrota-hasta-la-victoria-final que él había trazado. El pretexto fue, como ha sido usual desde 1959, cerrar el paso a la amenaza imperialista.

Aunque la primavera negra es recordada sobre todo por el encarcelamiento sin derecho al debido proceso de 75 activistas opositores, quiero enfocar mi atención en otro hecho: el fusilamiento de tres jóvenes negros por el secuestro fallido de una lancha de pasajeros que brindaba servicios en la bahía de La Habana.

Como es conocido, un grupo de once jóvenes participaron en ese acto delictivo el día 2 de abril de 2003, con el propósito de alcanzar las costas de La Florida. Ello implicaba la toma como rehenes de una treintena de pasajeros, incluyendo dos jóvenes extranjeras que se convirtieron para los secuestradores y para la policía en las piezas claves de la negociación. Finalmente la lancha se quedó sin gasolina, lo que movió a los secuestradores a aceptar un acuerdo que solo la candidez puede aconsejar: ser remolcados hasta el muelle de Mariel donde serían reabastecidos de combustible para que pudieran reemprender la marcha al norte.

El resultado fue la captura de todos los secuestradores sin que hubieran producido daño físico alguno a ningún pasajero. El día 8 concluyó un juicio sumario en que los detenidos no tuvieron acceso a un abogado de su elección. Tres —Lorenzo Capello de 31 años; Bárbaro Sevilla de 22 años y Jorge Martínez de 40— fueron condenados a muerte, mientras otros fueron sancionados con penas que iban desde prisión perpetua hasta dos años de cárcel. Según la CIDH el estado cubano había procedido a “juzgarles y condenarles sin las debidas garantías procesales”, y entre ellas “por cuanto la tipificación para las ofensas cometidas por las presuntas víctimas (en la ley blandida) no prevé la pena de muerte, sino una pena privativa de libertad”.

En el tiempo galáctico de tres días la condenas fueron revisadas por el Tribunal Supremo y por el Consejo de Estado, cuyos miembros se pronunciaron unánimemente por el fusilamiento de los tres jóvenes. Finalmente fueron fusilados el día 11 de abril, sin notificarlo a sus familiares —que estuvieron todo el tiempo confiados en una revocación de la orden— ni permitir una despedida. Es decir que en 9 días transcurridos entre el 2 y el 11 de abril se decidió, apelaciones por el medio, sobre la vida de tres personas, y se procedió a la ejecución.
(Fidel Castro, Silvio Rodríguez, Amaury Pérez)

El Consejo de Estado basó su decisión, cito a Fidel Castro en una perorata de 4 horas que sucedió al fusilamiento, en “los peligros potenciales que implicaban no solo para la vida de numerosas personas inocentes sino también para la seguridad del país —sometido a un plan siniestro de provocaciones fraguado por los sectores más extremistas del Gobierno de Estados Unidos y sus aliados de la mafia terrorista de Miami con el único propósito de crear condiciones y pretextos para agredir a nuestra Patria”
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Es decir, que según Fidel Castro se fusiló a tres cubanos jóvenes que no cometieron hechos de sangre, ni segaron vida alguna, para afrontar las supuestas amenazas del Gobierno americano presidido entonces por George W. Bush; por lo que cabe pensar que se tomó una decisión contra ciudadanos cubanos a partir de las actitudes del presidente americano. Quien por esa vía devino actor legal y político interno de Cuba, y Fidel Castro un vulgar “plattista” que aceptó la fuerza de la injerencia. Y volvió a hacerlo un tiempo después, cuando otros cubanos secuestraron una lancha en la costa norte pero esta vez con hechos violentos más severos, y sin embargo no fueron condenados a muerte porque esa fue la condición que el Gobierno americano puso para devolverlos tras ser interceptados por la guardia costera americana. También en este caso el Gobierno americano impartió justicia y decidió sobre la vida de los ciudadanos cubanos. Y nuevamente los dirigentes cubanos se sumaron al carro del “plattismo”.

De subir el tope de la ignominia se encargaron 27 intelectuales y funcionarios cubanos que produjeron un documento plañidero en el que declaraban a “los amigos del mundo” que “para defenderse Cuba se ha visto obligada a tomar medidas enérgicas que naturalmente no deseaba” y llamaba a repudiar “la gran campaña que pretende aislarnos y preparar el terreno para una agresión militar de los Estados Unidos contra Cuba”. Entre los intelectuales aparecen criaturas que nunca pierden una oportunidad de chapotear en el lodo, como son los casos de Silvio Rodríguez, Miguel Barnet y Amaury Pérez. No faltaron algunos funcionarios ilustrados —llamarles intelectuales hubiera sido una hipérbole imperdonable— como Carlos Martí, Eusebio Leal y Alfredo Guevara. Pero también firmaron figuras de las que uno siempre hubiera esperado, al menos, un retraimiento oportuno, como fueron los casos de Leo Brouwer, Chucho Valdés, Roberto Fabelo, el finado Cintio Vitier, su esposa Fina García Marruz y Marta Valdés.

Lo más aberrante del documento es que achaca la ignominia a Cuba, cuando en realidad solo una parte muy pequeña de ella fue culpable. La mayoría de los cubanos no conocieron del asunto hasta que Granma lo publicó, sin versión contrapuesta y siempre bajo el aviso de una macana policial que se agitó en estos días con más celeridad que nunca. Los emigrados, que también son Cuba, y cuya inmensa mayoría no tiene nada que ver con la metáfora de la “Mafia de Miami” tampoco fue parte de esa decisión. Y lo más importante, que también los jóvenes fusilados y sus familiares eran parte legítima de Cuba. En consecuencia, no fue solo una decisión criminal a espaldas de una parte mayoritaria de Cuba, sino también contra ella.

Es probable que al paso del tiempo, este hecho esté pesando en las conciencias de quienes decidieron por el fusilamiento sumario de los tres jóvenes negros. Es posible, por ejemplo, que en su deambular como administrador de un hospital sin futuro, Carlos Lage haya pensado en esto, o que lo haya hecho el excanciller cuando redactaba su cartica de arrepentimiento y notó que le faltaba la firmeza de pulso que tuvo cuando firmó la confirmación del crimen. Y es posible que cuando los voceros castrados del autoritarismo miran hacia atrás, también sientan algo de arrepentimiento por haber llamado a los amigos a no sonrojarse frente a la ignominia y el crimen.

Es una suerte para ellos que no tuvieron Bárbaro Sevilla, Lorenzo Copello y Jorge Martínez.

A ellos, nadie les dio la oportunidad del arrepentimiento.


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